El tiempo


 Nadie sabe por qué los inicios de año se llenan de tanta esperanza, como si el dar vuelta las hojas de un almanaque nos regalara la posibilidad de concretar deseos.

Y es así, la posibilidad existe siempre, no inicia el 1 de enero de ningún año. Nada termina ni empieza porque lo dicte una convención social. Sí cambia la naturaleza en cada estación, sí cambia el cielo y la luz y la marea de acuerdo a la rotación del sol y la tierra; pero ni tu vida ni la mía se modificarán si no accionamos. 

Nos llenamos de ritos para empujarnos o justificarnos. Empiezo el lunes, espero al sábado, cuando sea mi cumpleaños, cuando lleguen las vacaciones... Y así vamos por la vida entregándole  las posibilidades a un imaginario poder divino con nombre de día de la semana o número en el calendario.

Nada de eso está ni bien ni mal. Cada persona busca motivos y razones para avanzar o quedarse detenido. Pero que estas razones sean decisiones consientes sin echarle la culpa al tiempo, al almanaque no se mueve o que va demasiado rápido. 

Todos tenemos las mismas 24hs, los mismos 7 días de la semana, los idénticos 12 meses del año. Aunque algunos necesiten 8hs de sueños y otros, apenas 4. Entonces todo se modifica, porque si duermo poco mis horas se extienden, pero también mi cansancio. 

Demasiadas preguntas para pocas respuestas. Somos dueños de nuestras horas, días, segundos, años. Somos tan dueños como queramos serlo. Y me dirán que no siempre las circunstancias están a nuestro favor para decidir. Es verdad, no podemos manejar las circunstancias pero sí nuestra reacción y acción sobre ellas.

No quiero más que un almanaque me dé permiso para iniciar o detenerme. No quiero demorar la fiesta de estar viva solo el día de mi cumpleaños. 

Quiero elegir festejar hoy, o mañana o nunca. Quiero elegir empezar o dejar lo que sea cuando lo decida y guiarme solo por mis ganas de acompañar el sol o la luna y no ser marea que se eleva cuando lo dice el clima.



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